Desde que tuve uso de razón no paraba de ojear los cuentos de niña
de mi madre, unos cuentos que vinieron de Argentina en su edición de 1939, no me
preguntéis la razón. Apenas sabía leer y ya vivía inmersa en aventuras
con solo ver sus ilustraciones que coloreaba, borraba y volvía a colorear, como si dándole color me pudiese contar su relato Pero los colores se convirtieron en
palabras que se convertían en fantásticas historias que me transportaban a
mundos maravillosos e increíbles, de hadas y brujas, de ogros y enanos, de princesas y príncipes, de animales que se
comportaban y hablaban como humanos, de rincones y sitios lejanos con otras
gentes de ojos achinados o piel más oscura, de niños y niñas como yo, pero tan
valientes y buenos que se merecían una recompensa, ….. Pero de entre
todos los libros el más desgastado de tanto leer fue los "Cuentos de Andersen". ¿Por qué me
apasionaba aquel libro precisamente
lleno de cuentos desconcertantes, tristes y trágicos pero paradójicamente
felices? ¿Quién fue ese Andersen?
Hans Christian Andersen, un Danés nacido a primeros del siglo XIX,
fue como en su cuento “El patito feo”. Niño
enfermizo, de carácter tímido y retraído, hijo de un zapatero, tan pobre que
más de una vez tuvo que dormir debajo de un puente, y a cuya madre dedico el
cuento de "La vendedora de fósforos". El joven Hans Christinan habiendo terminado la
escuela de pobres con pésimos resultados,
sobrevivía a duras penas como bailarín, cantor y actor, hasta que
conoció a su benefactor y amigo Jonas Collis, que convencido de su talento
decidió ayudarlo, consiguiendo para él una beca para que estudiase en la
escuela de Slagelse. A su término en
1827 decidió asumir su vocación literaria con su poema “El niño moribundo” y de
allí despego su carrera literaria.
Publico más de 157 cuentos (El traje nuevo del emperador, La pequeña cerillera, La sirenita, El patito feo, Las Zapatillas Rojas, El soldadito de plomo, El Alforfon), muchos de ellos obras maestras, aparte de otros géneros literarios de menor
éxito.
Hans Christian Andersen modernizó el cuento popular a partir de su
mundo existencia y la realidad cotidiana.
Cuando Andersen escribía cuentos, tenía presente al niño en su
mente. En una carta que escribió confesó
que escribía sus cuentos como si se los contara directamente a los niños,
aunque no le gustaba tenerlos a sus alrededor, probablemente porque él mismo
fue un niño maltratado y desolado, que recurrió a la fantasía para defenderse
de su entorno.
El concedió vida a todo lo
que imaginaba, como un niño concede vida a sus juguetes. Nadie como él supo penetrar en ese calidoscopio misterioso que es el mundo de
los seres y las cosas. Aborda una
temática múltiple de la condición humana: el amor, el dolor, la necesidad, el
orgullo, el egoísmo, la crueldad, el dualismo; el fin, llega a plantear hasta
la problemática del bien y del mal en todos sus recovecos (Elizagaray. M-A,
1975, p.90)
Si tuviera que elegir mi cuento preferido sería imposible, ya que
tendríamos que hablar de varios, pero sin duda el que más me alteró fue el de
la niña cerillera en su trágica
muerte de frío y soledad. La cerillera
podía ser yo, era una niña que podía ser real, no había hadas, ni príncipes, ni
rescates. Me daba cuenta de que esa miseria
podía existir y que ese cuento era una realidad terrible. ¿Tan espantosa y miserable era su vida que la
muerte era preferible? ¿Tan necesitada y carente de cariño que solo a través de la muerte abrazaría a su querida abuela? No comprendía que nadie la hubiese dado unas
monedas la noche de Año Nuevo o que le hubiera ofrecido abrigo. No entendía que tuviese miedo de regresar a
su mísera casa por miedo a que su padre la pudiese pegar por no poder llevar
nada. ¿No había nadie que la diese un
poco de cariño, que la cogiese en sus brazos? ¿Es que su única esperanza estaba
basada en visiones y recuerdos? Mi
cabecita de 8 años no podía soportar su desdicha y su paradójico final feliz en el cielo en
brazos de su abuela me descomponía, y esa cabecita no concebía que esa unión
con la abuela entrando en las glorias del Año Nuevo fuera algo bueno . Esta
terrible realidad me daba escalofríos llenando mis ojos de lágrimas. ¡Yo quería darle abrigo, yo quería cogerla en
mis brazos, animarla a levantarse, a seguir luchando, decirle que encontraría a alguien como su abuela, que
este no podía ser su final! ¿Cómo puede
haber un final de frio, soledad y muerte
para un niño? ¿Porque la abuela te dejo
morir y no le infundió ánimo para
seguir? ¿Cómo podía ser la muerte un alivio, una salida? Preguntas
incontestadas que me dejaban angustiada y acongojada.
Sin la mirada de una niña, pero con la misma tristeza e inquietud sabiendo que
la realidad supera el cuento, y que existen hoy en día miles de historias de
niños en circunstancias incluso peores, os dejo que leáis en mi libro:
viva40mas
La realidad supera el cuento, pero podemos hacer algo: AYUDAR A UNICEF u otra organización de confianza para salvar a las familias en Filipinas en: EMERGENCIA TIFON DE FILIPINAS: http://www.unicef.es/emergencia-tifon-filipinas/donar?utm_source=socios&utm_medium=email&utm_content=botonDonaCabecera&utm_campaign=emergencia_filipinas
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